Dice Alejandro Poiré, nuestro sonriente consejero técnico del Consejo de Seguridad Nacional -o el vocero policiaco de Felipe Calderón, como quieran llamarle- que los narcocorridos son una apología del delito. Y por supuesto, los reprueba.
Su opinión respecto a esta expresión músico-cultural de algunos estados de la República fundamentalmente, es la respuesta (que claro, apoya totalmente) al decreto expedido por el gobernador de Sinaloa, Mario López Valdez, quien prohibió los corridos con estas características en bares, cantinas, centros nocturnos y salones de fiestas de la entidad.
Ambos funcionarios se olvidan que en México lo que canta la gente suele ser un reflejo de su realidad, quizá dolorosa, dura, cruel, pero es la manera de enfrentarla y hasta cierto punto de burlarse de ella. Es algo así como lo que hace México al festejar a la muerte un día del año.
Históricamente nuestras comunidades componen y cantan corridos y el convertir en protagonistas de ellos a personajes como "El Chapo" Guzmán o a organizaciones delictivas como "Los Zetas" o el cártel del Golfo, ni siquiera es nuevo.
En la ciudad fronteriza de Río Bravo, por ejemplo, con todo y el miedo en el que vivía la comunidad en diciembre de 2007 tras el sangriento asesinato del popular candidato por el PT a la alcaldía de la localidad, Juan Antonio Guajardo, los vecinos se miraban con desconfianza, se encerraban en sus casas a partir de las 10 de la noche y temblaban tan sólo de pensar en manifestaciones públicas para exigir paz y que cedieran los pleitos entre los cárteles de la droga en Tamaulipas.
No obstante, en sus casas, en la calle y con la radio de sus vehículos a todo lo que daba o en los mercados y tianguis, cantaban a todo pulmón los narcocorridos de Beto Quintanilla (muerto a balazos, por cierto), Los Federales o del dueto de Carlos y José. Vendedores de discos "pirata" vendían compendios con 25 temas musicales de ese tipo.
"El jefe murió en la raya, su ejemplo tomen en cuenta, su puesto era 'Z1' y ese puesto se respeta, lo que les dejó inculcado ser gente siempre derecha.
"Para entrar a Tamaulipas primero pidan permiso, no le atoren a la brava no hagan caso omiso, pueden salir muy dañados o tal vez no salgan vivos", es la letra del corrido "Los más buscados", de otro grupo conocido en el norte que se llama Los Invasores de Nuevo León.
De esa fecha a la actualidad las cosas no han cambiado. En los conciertos de música grupera los asistentes hacen coro a lo que los artistas en el escenario cantan al ritmo del acordeón y las trompetas. La narcorrealidad y la narcoviolencia se convierten en fiesta, en el motivo del bailongo. Ni modo, es el desfogue de los mexicanos. Cantarle a los narcos no es decir que quien lo hace es necesariamente narco o que apoye la violencia, porque incluso hay quienes han vivido muy de cerca los estragos de las venganzas y los reacomodos del crimen organizado pero no por ello van a dejar de hacer fiesta en el mediano o largo plazo.
Las autoridades no deben vetar lo que se canta, así como a través de comentarios al calce trataron de hacerlo algunos funcionarios de la Secretaría de Gobernación con la telenovela "La reina del sur" de Televisa, de quien también opinaron que era una apología de la violencia y la única respuesta recibida fueron los altos índices de rating de la teleserie.
Los gobiernos más bien deben hacer su trabajo para que la violencia efectivamente baje y no solamente cambie de territorio, como ocurrió de Ciudad Juárez hacia otras localidades por el "efecto cucaracha" tradicional que responde a la fuerte vigilancia en determinadas zonas. Una vez que ya no haya muertos, una de dos: o los músicos populares utilizarán otras temáticas para sus corridos o las letras de los ingeniosos narcocorridos se verán como una etapa histórica de nuestro país.