jueves, 29 de julio de 2010

Los nuevos "modus operandi"


María tiene sólo 15 años y a su corta edad ya no confía en los que dicen ser sus amigos. Uno de ellos, Bruno, la invitó a dar la vuelta en su vehículo. La joven, habitante de la delegación Venustiano Carranza, accedió con facilidad.

Él primero le prometió que irían al cine pero ya en el camino, le dijo que mejor se dirigirían a la casa de unos conocidos. Así lo hicieron.

En el citado domicilio comenzó el infierno. María conoció a otros cuatro jóvenes que ahí estaban reunidos. Bruno le dijo que tenía que salir, que lo esperara. Después de que cerró la puerta, los extraños la comenzaron a tocar hasta violarla.

No fue todo. Los agresores tomaron fotografías de los ataques sexuales con un celular. Terminaron lo que tenían que hacer y la dejaron retirarse después de las lógicas amenazas de que le iría peor si iba "de chiva".

María se armó de valor y presentó la denuncia ante el Ministerio Público. Estaba destrozada física y moralmente, decepcionada de su "gran amigo" que había recibido dinero para entregarla y que hicieran con ella lo que quisieran aquellos sujetos que buscaban "diversión fácil", pero dispuesta a que las cosas no se quedaran así.

Los hermanos Edwin y Ramsés, Hugo y un desconocido del que se ignoran mayores datos, nunca creyeron que una niña tuviera el valor de denunciar, pensaron que sus amenazas eran más fuertes, como ocurre casi siempre en estos casos. Los tres primeros fueron detenidos con facilidad, el cuarto está prófugo pero las autoridades ministeriales están seguras de que pronto lo atraparán. A Bruno tampoco lo han atrapado.

La violación, como muchos otros delitos que se cometen con frecuencia, está mostrando en la Ciudad de México nuevas forma de operarse. Ya no basta con que una mujer camine por una calle sola y poco iluminada para sufrir este tipo de ataques. Ahora hay engaños y, como ocurre con los nuevos ilícitos, dinero de por medio.

Los secuestros exprés y los autosecuestros, las extorsiones telefónicas que comúnmente son cometidas por gente que está interna en algún penal y que tiene distintas formas de efectuarse a través de múltiples engaños, o las clásicas ejecuciones que ya eran comunes en otros estados carcomidos por el narco pero que hoy comienzan a hacerse frecuentes en la Ciudad de México -cuatro hombres ejecutados en la delegación Venustiano Carranza a principios de semana y otras cuatro anoche, en una pizzería de Coyoacán-, son ejemplos de que no debemos estar tan tranquilos.

El procurador Miguel Ángel Mancera presume que los índices delictivos se han reducido, de acuerdo con lo que indican sus cifras oficiales basadas en denuncias penales. Lo que no toma en cuenta es que las características de los delitos de hoy los hacen más graves, más complicados, más traumatizantes.

Quizá valga la pena, como lo han hecho los legisladores, seguir aplicando modificaciones al Código Penal del DF, que por ejemplo, tipificaron en su momento al secuestro exprés por convertirse en una conducta cada vez más frecuente. Quizá hagan falta más campañas gubernamentales o de organismos privados que nos informen cómo prevenir delitos. Mientras tanto, lo más viable es que nosotros mismos nos protejamos, tomemos precauciones, participemos en programas ciudadanos y sobre todo, que denunciemos.

María (cuyo nombre real se reserva) ya no es la misma, pero sabe que debe ser más desconfiada y que aunque pocos crean en las autoridades, debe hacer lo posible porque el daño se castigue.

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