jueves, 4 de noviembre de 2010

Los "malos" de Tepito

Hay una serie de pistas para sospechar que los jóvenes ejecutados en Tepito la semana pasada estaban involucrados en actos delictivos.

Tepito, el "barrio bravo.
Por ejemplo, el procurador capitalino Miguel Ángel Mancera decidió solicitar a un juez el arraigo del único de los siete agredidos que logró sobrevivir: Irving Martínez Olvera, de 22 años de edad, por algunos antecedentes detectados por las autoridades ministeriales y de quien incluso asegura el funcionario que está tratando de encubrir a los responsables del ataque.

El denominado "barrio bravo", además, tiene el estigma de albergar a algunas personas que delinquen, que si bien se confunden entre los vecinos honorables y honestos, asaltan a compradores del gran tianguis que se establece en sus calles y venden productos ilícitos como drogas y armas de fuego de altos calibres.

Digamos que ni sus creencias les ayudan. Entre los devotos tepiteños de San Judas Tadeo que cada día 28 de mes acuden a la iglesia de San Hipólito, se combinan jóvenes que entre sus conversaciones, con el santito de bulto en mano, comentan por las calles dónde lograron conseguir un "cuerno de chivo" a mejor precio.

Sí, todo esto ya lo hemos escuchado pero no es el tema a discusión. El problema de fondo no es asegurar si los muertos en esta imparable guerra de agresiones a balazos que vive nuestro país están o no con el narcotráfico -que por supuesto, no podemos generalizar, sobre todo en el caso de niños que han sido víctimas en retenes militares, por ejemplo-, sino que no se puede admitir que la delincuencia organizada siga dejando tanta sangre.

Por eso hay ley: códigos penales, códigos de procedimientos penales, leyes de justicia cívica, una Constitución, porque en medio de tanto fuego cruzado estamos todos y cada uno de nosotros y está gente que ya perdió los espacios públicos para convivir y pasar el tiempo.

Si los delincuentes están en la calle, el error es que sigan ahí y no en la cárcel, y que entre ellos se maten. Si los que nada tienen que ver en esta batalla pierden la vida, el asunto está peor porque muchos de los cañones no vienen de las balas de delincuentes, sino de las que utilizan con permiso el Ejército y las policías.

Quizá el presidente Felipe Calderón tenga razón en reconocer la falta de oportunidades de los jóvenes; por lo tanto, no deberían ser sus cuerpos de seguridad los únicos que trabajen al respecto.

En conclusión, los jóvenes de Tepito abatidos por las balas, independientemente de quienes hayan sido, no merecían morir de esa forma en la calle. Ninguna ley establece esa sanción, en todo caso.

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