lunes, 22 de noviembre de 2010

Los tiroteos imparables

El homicidio contra dos civiles, por parte de marinos, en la localidad tabasqueña de Jalpa de Méndez, fue el último acontecimiento en el que miembros del Ejército y las Fuerzas Armadas mataron bajo el argumento de la aplicación de operativos contra la delincuencia organizada.

Uno de los hechos más recientes, balacera en Ciudad Mier
Pasan los días y hechos como éste se hacen viejos ante la actualización de acontecimientos similares. La última de los soldados ocurrió ayer domingo en Tepic, cuando elementos de la 13 Zona Militar abatieron a balazos a cinco presuntos delincuentes. Otra vez la Defensa dio a conocer su posición frente a este hecho; nuevamente repelieron sus soldados una agresión, como está ocurriendo semana tras semana. Pero, ¿quién podrá rebatir estas posturas?

Lo cierto es que los métodos de las fuerzas armadas mantienen un alto grado de tensión en la política de seguridad de la administración de Felipe Calderón.

Cada vez son más frecuentes los incidentes en carreteras y retenes federales entre civiles y militares, debido a la falta de protocolos que garanticen –en un marco de seguridad para los soldados– la integridad física de los ciudadanos.

Los tiroteos indiscriminados que han protagonizado militares y marinos en fechas recientes mantienen un saldo negativo y de alto impacto mediático, por las muertes de civiles inocentes que han provocado.

Aquí reiteramos la información de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) referente a que 16 mil 677 de sus elementos, principalmente jefes y oficiales, recibieron en lo que va del año múltiples cursos de capacitación en derechos humanos, apoyados por la CNDH en 21 estados del país.

Los cursos no han sido suficientes y la violencia que desatan las fuerzas armadas con sus métodos de “guerra” en zonas urbanas ya representa un serio problema para la administración de Felipe Calderón.

En una semana se reportaron alrededor de 35 muertes de “presuntos delincuentes” en sus operativos, hechos que las autoridades castrenses disfrazan como “contestaciones a agresiones”, sin que nadie lo compruebe.

Las cifras de muertes siguen subiendo. Antes se hablaba de ajustes de cuentas entre grupos de narcotraficantes que ya no respetaban a nadie. Hoy muchos de los decesos son con balas oficiales de por medio.

Habrá que preguntarse en qué terminará esta guerra, si la estrategia del Ejército continuará y qué autoridad será la encargada de esclarecer, con pruebas y sustento legal, cómo se desarrollaron los tiroteos y cuál es la verdadera culpabilidad de los caídos.

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