lunes, 29 de noviembre de 2010

El delicado tema de Diego

Diego Fernández de Cevallos, ¿dónde está ahora?
La verdad sobre la supuesta liberación de Diego Fernández de Cevallos sólo la tiene su círculo más cercano; es decir, su familia -hermanos, sobre todo- y sus abogados que han participado activamente en las negociaciones.

Son ellos las únicas fuentes informativas a las que se deberá confiar para conocer qué es lo que está ocurriendo sobre el paradero de "El Jefe". Las autoridades federales y locales, quienes han desmentido que la versión sea cierta, digamos que no son las más correctas o autorizadas para proporcionar la información real. Es muy probable que se encuentren ajenas a lo que está ocurriendo.

El gran problema con la versión publicada en la prensa es que está respaldada por una sola fuente que no representa a todo el círculo cercano de Diego. Y la información, sumamente sensible para manejarse en medios, debió corroborarse a través de distintas fuentes para, principalmente, no poner en riesgo la integridad de quien aún puede estar en cautiverio.

Sobre el tema Diego, tratándose de un secuestro, más importante que ganar la nota a toda costa debe estar el deber de proporcionar información veraz, oportuna y bien cuidada, pensando siempre en las repercusiones que tendrá lo que se difunda, más allá de las ocasionadas por la intrépida labor del reportero y del medio informativo, sino en las reacciones que indiquen que la versión es falsa. Asunto delicado, al final, para la imagen de la empresa periodística.

Como en otros tantos temas, el de la cobertura de casos sensibles como el de un secuestro, siguen haciendo falta procedimientos más específicos en los códigos de ética y en los protoclos de cobertura de los medios informativos. Quizá mucha gente no comulgue con la ideología de personajes como Fernández de Cevallos e incluso considere al panista como alguien digno de toda crítica y cuestionamientos. Sin embargo, al final se trata de una víctima de un delito cuyos datos dados a conocer de más pueden cambiar el rumbo de las cosas.  

  

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