jueves, 19 de agosto de 2010

El teléfono descompuesto

Miércoles 18 de agosto. Nuevo León amanece con la noticia de que el edil de Santiago, Edelmiro Cavazos, aparece ejecutado en un paraje, con huellas de tortura, vendado y maniatado. En el mismo estado del norte, son encontrados, en dos casos, cuatro muertos más, tres de ellos decapitados y con rastros de golpes extremadamente violentos.

En el DF hay dos muertes más, se sabe que una de ellas, por un asalto. El resto de las entidades presenta su cuota rutinaria de fallecidos. Chihuahua, Sinaloa, Estado de México, etc.

La pregunta, como medios de información, es qué tan útil será dar a conocer cada uno de los crímenes ocurridos. El público debe estar informado, pero ¿hasta qué punto determinar si es importante hacer un conteo diario de muertos si se ignoran las causas exactas de todos ellos?

Aquí nos enfrentamos a otro problema, los reporteros no somos ministerios públicos ni policías ministeriales para saber cuáles de estos delitos son originados por el crimen organizado, qué otros son pasionales y cuáles más incluso son ocasionados por cuestiones accidentales.

Ante esta falta de información, volvemos a la primera pregunta: ¿hay qué informarlos?

Existen periódicos, noticiarios y espacios informativos diversos que así lo hacen, introducen todos los homicidios de los que se enteran en una misma bolsa. El resultado entonces es que si de por sí vivimos en una situación de violencia extrema, suele maximizarse con esta ligereza de jerarquización.

Enseguida aparece otro riesgo, y muy grave. Los medios internacionales suelen retomar las notas generadas aquí y con bombo y platillo las esparcen en sus países y en todo el mundo agregándoles aún más jiribilla.

Un ejemplo es la vergonzosa "cobertura" que tuvieron esos medios y sus corresponsales en las elecciones del pasado 4 de julio en nuestro país, en la que a través de contar muertitos, algunos periódicos, entre ellos un español, dieron su "saldo violento" de los comicios.

Quienes estuvimos al tanto de las elecciones locales estado por estado, pudimos percatarnos de que efectivamente hubo asesinatos, pero absolutamente todos desligados a las votaciones y en un nivel por debajo del promedio diario.

Quizá para evitar esa reproducción descarada de notas en las que sólo se cuentan cadáveres, deberemos los medios de nuestro país hacer una revisión caso por caso, para determinar si socialmente e informativamente es útil que la gente conozca cada crimen.

El tema, evidentemente, deberá formar parte de protocolos de trabajo entre medios informativos, o por lo menos de políticas editoriales en las distintas empresas para que la prensa no participe en una difusión de la violencia que sin duda existe pero que puede exagerarse aún más.

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