Estos ya conocidos diálogos, incluyentes, plurales, democráticos, tienen un enfoque de seguridad. Claro, hay que ver después de las propuestas qué estrategias, seguramente operativas, seguirá el gobierno para que vuelva la tranquilidad al territorio nacional, muy atribulado ya por balaceras, ejecuciones, amenazas públicas y desaparición de personas.
Se antoja que las soluciones tras estos encuentros sean, quizá, cuestiones como decidir si habrá más o menos presencia del Ejército en las calles, más o menos policía federal, un replanteamiento de las policías únicas estatales, otras -sí, otras- modificaciones al sistema de justicia, tipificar con sentencias altísimas los homicidios con "tiros de gracia" o dar cadena perpetua a los "chapos" que sean atrapados.
Sin embargo, desde el planteamiento de estos diálogos, en los que ha estado presente junto al mandatario todo su gabinete de seguridad, parece quedar en el olvido que los orígenes del narco y la violencia que éste ha generado, han sido otros factores totalmente ajenos al tema de la seguridad.
Que hoy se busque atacar a los demonios a garrotazos no quiere decir que hayan aparecido por sí mismos, de la nada. El paulatino envenenamiento de la sociedad por el narcotráfico se fue dando por errores en las políticas sociales, educativas y hasta culturales de gobiernos pasados.
Si el narco en Reynosa le ha construido a la población puentes y carreteras o ha entregado juguetes a los niños cada 30 de abril; si en los pueblitos michoacanos les da chamba a los campesinos que nomás no veían mejorar sus condiciones de vida, o si en Baja California tiene a gente infiltrada como funcionarios o diputados locales, es simplemente porque el Estado lo ha permitido. Es más, el Estado ha recibido una gran ayuda al inyectársele recursos y apoyarlo en cuestiones que por sí mismo no ha podido resolver, gracias a la delincuencia organizada.
Entonces, si queremos dar marcha atrás y revertir la contaminación de nuestra sociedad, ¿por qué enfocar una serie de pláticas al tema de seguridad? Sería importante que los diálogos con el presidente tengan una visión en la que todo el gabinete, incluso el económico, esté presente.
Los temas del narcotráfico y la violencia no se solucionarán de un día para otro, ya lo sabemos, pero tardarán mucho más y provocarán más problemas si se ven como un asunto sólo de seguridad. Tomemos en cuenta que si se proponen soluciones a la pobreza, la falta de educación, el desempleo, y por supuesto a la corrupción y a la impunidad institucional, el fin de la violencia podrá estar más cerca.
El tejido social sí puede reconstruirse, pero a partir de tomar en cuenta diversos factores.
(Foto: El Mañana)
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