miércoles, 27 de octubre de 2010

México corrupto


Cuando llegó el PAN a la presidencia de la República, con Vicente Fox a la cabeza, el impulso a la lucha anticorrupción contra los funcionarios de gobierno predominantemente federales parecía sin precedentes.

La Secretaría de la Contraloría y Desarrollo Administrativo (Secodam) tuvo un fuerte apoyo y se dieron, aunque a cuentagotas, algunos resultados de un interesante trabajo de investigación a los servidores públicos.

A ocho años de distancia, esa área de gobierno se redujo a su mínima expresión y el tema ya no importa. Quizá por eso no deberá extrañarnos la vergonzosa calificación de 3.1 que dio a México Transparencia Internacional en el tema. Lo peor es que bajó todavía dos décimas con respecto a la última medición.

Esto podrá explicar nuestra cultura de la transa que tiene hoy un apogeo importante a nivel de policías municipales, policías estatales, ministerios públicos (en entidades como el Estado de México es más visible), funcionarios encargados de trámites administrativos y hasta soldados, como los que se encargan de meter a la cola a los jóvenes que liberarán su cartilla en Iztapalapa, a cambio de... ¡tres quesadillas de chicharrón!

Si eso lo traducimos a otros niveles como el otorgamiento de licitaciones públicas o permisos a empresarios, imaginemos el dineral que se mueve a partir de lo intereses de todos los involucrados.

Aunque no nos consta pero si por algo se dice, los ministros de la Suprema Corte y los diputados de la capital son "maiceados" para tomar decisiones, la confianza se sigue reduciendo hasta los más bajos niveles.

Y en cuanto a los resultados electorales de la comunidad que ustedes gusten, el que tuvo más dinero logró ganar un comicio y adueñarse prácticamente de un territorio, dinero que se sospecha pudo provenir de los empresarios que más ganan en este país. ¿Quiénes son? Ojalá podamos preguntárselo a Joaquín "El Chapo" Guzmán, uno de los que forman parte de la prestigiada lista de Forbes con los nombres de los hombres más ricos del mundo.

Pero también es cierto que el valiente vive hasta que el cobarde quiere. Es decir, el corrupto vive hasta que el que se deja corromper se deja. Sí, los ciudadanos tenemos la mitad de la culpa y habrá que sentarse a reflexionar si a partir de un cambio individual de conducta, podremos poco a poco ubicar a nuestro país, hablando de transparencia, al nivel de Dinamarca... o de Uruguay, por lo menos.

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