miércoles, 1 de septiembre de 2010

No es Colombia, pero...


Son similares, por lo menos abultados, los números de periodistas muertos en Colombia y en México en distintos periodos. Esto habla de un riesgo parecido de quienes ejercen el periodismo frente al narcotráfico en los dos países, y quizá en este caso el nuestro sí se esté “colombianizando” o por lo menos se encuentre en vías de ser así.

Se habla de 67 muertes y desapariciones de 2000 a la fecha en México, contra 130 de 1992 a 2006 en el país sudamericano, que si bien éste último número refleja un promedio superior de casos, en ambas naciones las cifras son preocupantes.

Quizá en nuestro país no se conozca el caso de un periodista muy popular o conocido que haya sido ajusticiado, como ocurrió con Jaime Garzón, en Colombia, pero los “levantones” y agresiones han sido más frecuentes en México durante últimas fechas de víctimas que ya suelen ser reporteros de medios de comunicación nacionales o que obtienen su información bajo las características de enviados, cosa que no había ocurrido antes.

El miedo de los periodistas, además, es el mismo. Hoy en México hay corresponsales extranjeros que antes cubrieron guerras o enfrentamientos armados, y ellos consideran que incluso hay ocasiones en que el narcotráfico mexicano puede ser más peligroso. Mencionan que por lo menos en una cobertura de guerra saben de qué lado colocarse y ante quién dirigirse; hoy en nuestro país nadie sabe quién es el enemigo o si esta persona a quien acudimos como fuente nos va a voltear la espalda y nos traicionará haciéndonos víctimas de un delito.

En Colombia se habla de que en aquella época de crisis por narcotráfico hubo poco espacio para la pluralidad de enfoques en la difusión de notas informativas sobre estos temas. Esta situación está ocurriendo en las ciudades más conflictivas de nuestro país relacionadas con este problema.

En Sinaloa, Tamaulipas, Michoacán o Chihuahua ya los corresponsales acuden solamente a las fuentes oficiales o institucionales y los discursos de los funcionarios. Si bien no se ha convertido en un problema nacional, la tendencia puede ser esta cuando las amenazas continúen hacia los reporteros de medios de comunicación nacionales o hacia los enviados a las diferentes plazas.

¿Y qué hay del conteo de muertos, “levantados”, decapitados y torturados? En el país sudamericano se vivió la crisis de banalizar la información, como lo explica el periodista colombiano Álvaro Sierra, y que al público y los ciudadanos les parezca lo mismo ya cualquier dato sobre el tema.

En México no ha ocurrido porque hay medios informativos que siguen destacando de manera importante y privilegiando la jerarquización de este tipo de noticias, lo cual aparentemente no se ha reflejado en una reducción en las ventas o penetración de los espacios informativos.

Sin embargo, sí hay medios –contados- que han decidido no publicar absolutamente todos los muertos. Han optado por transmitir los casos más graves o que reúnan ciertas características por las cuales pueden ser relevantes para la sociedad.
Por ejemplo, no publican mantas con mensajes de los narcos, ni reproducen determinadas características de una tortura que puede tener un significado especial.

Sí, en cambio, decidieron revisar caso por caso las muertes violentas para definir cuáles de ellas no son respuesta al crimen organizado, sino que pueden obedecer a situaciones accidentales, pasionales o con otra raíz social que deberá revisarse para valorar la difusión de la noticia.

El precio a la cabeza de cada policía en Colombia, por parte del narcotrafizante colombiano Pablo Escobar, también es un tema similar en los dos países. En México han muerto más de 60 militares en esta administración en manos del narco; en el caso de la Policía Federal, han existido rachas en las que las matanzas de agentes son frecuentes. Ya ocurrió en Ciudad Juárez, por ejemplo.

En conclusión, si México no está “colombianizado” en este tema, de no existir un buen plan para reducir la violencia, en el corto plazo podemos hablar de situaciones idénticas aquí con las ocurridas en el país del sur.

(Foto: El Espectador)

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